El monasterio de San Pedro de Cardeña está considerado como uno de los monasterios fundacionales de Castilla. Fundado por los benedictinos en 899, se convirtió en un monasterio muy importante, vinculado al crecimiento de la ciudad medieval de Burgos. En el siglo XIX sufrió numerosos saqueos durante la ocupación francesa (Guerra de la Independencia) y la Desamortización.
De época románica aún conserva parcialmente su claustro y la popularmente llamada "Torre de doña Jimena", ambos del siglo XII. El claustro está compuesto por arquería de medio punto que se apoya sobre columnas de fustes cortos y robustos. Los capiteles evocan formas corintias y las dovelas de los arcos acusan una clara influencia de la policromía de las arquerías de la mezquita de Córdoba, alternando los colores blanco y rojo. La torre campanario es la parte más antigua del monasterio todavía en pie. Fue edificada a finales del siglo X inicialmente como campanario exento del templo. Cuando se levantó el nuevo monasterio gótico, se aprovechó esta parte integrándola en el conjunto y creando una grácil escalera de caracol para facilitar su acceso. La tradición oral ha decidido que este fuera el punto desde donde Jimena viera marchar a su marido en la versión literaria de su destierro.
La iglesia es gótica, del siglo XVI. En una de sus naves laterales se encuentran los sepulcros del Cid y Jimena, donde estuvieron sus cuerpos hasta la Guerra de la Independencia –las tumbas fueron saqueadas por las tropas francesas- y su posterior traslado a la Catedral de Burgos. En las fachadas del monasterio y de la iglesia el viajero podrá ver dos estatuas del Cid, la primera (del siglo XVII) en actitud de Santiago Matamoros, en la portada del monasterio, y la segunda (siglo XVI), más sencilla, en actitud hierática, en la portada de la iglesia. A escasos metros de la tumba del monasterio, una lápida señala el lugar donde una tradición ubicaba la tumba imposible de Babieca, el caballo legendario del Cid.
La historia. El primer vínculo histórico entre el Cid y San Pedro de Cardeña está datado en 1073, cuando el Cid ejerció en un pleito jurídico como defensor de los derechos de pasto del monasterio en las tierras del valle de Orbaneja. Todo indica que, a pesar de sus largas estancias fuera de Castilla, el Cid mantuvo relaciones con el por entonces poderoso monasterio. Sin embargo, la relación más "íntima" surgiría después de su muerte: el 5 de mayo de 1102 Jimena abandonó Valencia ante el empuje almorávide, y llevó a Cardeña el cadáver de su esposo, donde presumiblemente fue enterrado aunque algunas crónicas afirman que su cadáver, embalsamado con técnicas orientales, quedó insepulto para solaz de cuantos venían a verle. Más de 150 años después, en 1272, Alfonso X el Sabio, descendiente del Cid, ordenó construir un sepulcro para el guerrero y su esposa Jimena. Los restos permanecerían aquí hasta la Guerra de la Independencia, cuando los soldados franceses saquearon las tumbas en busca de riquezas y desperdigaron sus restos por media Europa.
El Cantar. Aunque el Cantar así lo dice, es dudoso que el Cid dejara a sus hijas en Cardeña. Según el poema, el Cid, tras ser desterrado, abandonó Burgos y se dirigió al monasterio de amanecida, donde le esperaban su mujer Jimena y sus hijas. Allí aguardó cinco días la llegada de aquellos caballeros que quisieran seguirle en su aventura. Al séptimo día partió con un total de 175 caballeros, dejando a su familia al cuidado del abad don Sancho. Tras la conquista de Valencia, Álvar Fáñez con 100 caballeros se encargaría de recoger a las hijas y la mujer de Rodrigo, para llevarlas a su nuevo hogar.
Hay varias leyendas cidianas vinculadas al monasterio, desde que Babieca fue enterrado a sus puertas o la que cuenta que estando el cadáver del Cid – al cabo de siete años de su muerte – embalsamado y sentado en un estrado o banco de marfil junto al altar de la iglesia del monasterio, un judío se acercó a él con la única intención de mesarle la barba. Tras pronunciar la frase “a tu barba nunca llegó cristiano ni moro; yo llegaré a ti y veremos qué harás”, el Campeador empuñó su Tizona y sacó de la vaina el acero, con lo cual el judío cayó aterrado y se convirtió al cristianismo, haciéndose monje con el nombre de Diego Gil.
Visitas: guiada con entrada. Se recomienda a los grupos (más de 10 personas) concertar visita en el 947 290 033.