El castillo de Gormaz es una impresionante fortaleza islámica califal construida en el siglo IX y muy reforzada y ampliada en tiempos de Al-Haquem II, a finales del siglo X. Se trataba de un puesto de avanzada en mitad de la nada cuya finalidad era acentuar la presencia militar andalusí en esa zona para frenar así los avances repobladores de los reinos cristianos. Fue, con Medinaceli y Atienza, un importante enclave militar en la defensa de la Frontera Media. Nunca fue conquistada por las armas. En 1059, pasó a manos del rey Fernando I, merced a una serie de acuerdos con los debilitados reyes de taifas.
Históricamente, Gormaz parece haber jugado un papel importante en la vida del Cid. En la primavera de 1081 Alfonso VI entró en las tierras de la taifa islámica de Toledo con el fin de restaurar al frente a su rey depuesto, el árabe Al-Qadir. El Cid no le acompañó: se quedó en Castilla por encontrarse enfermo. Por esas fechas se tuvo noticia de un cruento ataque islámico a la población cristiana asentada a las faldas del castillo de Gormaz, que desde 1059 estaba bajo dominio cristiano. El Cid organizó un ataque durísimo de represalia sobre las tierras vecinas, en lo que hoy es la provincia de Guadalajara, y que por entonces pertenecía a la taifa islámica de Toledo, que estaba bajo la "protección" de Alfonso VI. Esto, según algunos historiadores, fue la causa de su destierro.
Años después, tras sufrir su primer destierro, el Cid obtuvo el perdón de Alfonso VI y volvió a Castilla a principios de 1087, tras cinco años al servicio de los reyes musulmanes de la taifa de Zaragoza. El rey Alfonso, como signo de conciliación le entregó diversas tenencias, entre las que se cree estaban Berlanga y Langa de Duero, y también Gormaz, con todos sus alfoces y habitantes.
Gormaz, en el Cantar de mío Cid, no tiene un papel tan principal: tras tener noticia de la afrenta sufrida por sus hijas en el robledal de Corpes, que descansaban ya en San Esteban, el Cid envió un destacamento de 200 hombres comandado por Álvar Fáñez, Pedro Bermúdez y Martín Antolínez, que en su viaje pernoctaron en Gormaz, un castillo, según el poema, muy fuerte.
El castillo de Gormaz tiene 1 km perimetral de murallas reforzadas con 28 torres. Sus partes más importantes son el alcázar, la torre del homenaje o "de Almanzor", el aljibe (gracias al cual los defensores árabes resistieron más de un asedio) y su puerta califal.
Aunque las vistas desde abajo son muy impactantes dependiendo de la hora del día, las vistas desde arriba, con el río Duero serpenteante entre los campos de cultivo, son sencillamente magníficas en cualquier estación del año, y muy especialmente al atardecer, cuando la luz subraya las formas y colores del paisaje. Las riberas del Duero, con sus bosques de galería, alamedas, sauces y fresnedas, están protegidas.
Gormaz es uno de los corazones del Camino del Cid: sube y entra en sus murallas; vale la pena sentarse, contemplar las vistas y respirar historia con mayúsculas.
Entrada: Libre. Hay una carretera asfaltada de acceso al final del pueblo y un pequeño espacio para dejar los coches.
Rev. ALC: 21.04.2020