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Alberto Montaner. "El Cid constituye una parte muy importante del capital cultural de nuestros pueblos"

El catedrático Alberto Montaner en la Biblioteca Nacional de España

El catedrtico Alberto Montaner en la Biblioteca Nacional de EspaaEl catedrtico Alberto Montaner en la Biblioteca Nacional de EspaaPatricia Ansótegui

Hace aproximadamente dos años el Consorcio Camino del Cid iniciaba un proyecto cuyo objetivo era recopilar parte del legado cidiano existente en los territorios por los que pasa este itinerario turístico cultural. Para ello firmó un acuerdo de colaboración con Alberto Montaner, catedrático de la Universidad de Zaragoza y director del Proyecto de Investigación "Formas de la Épica Hispánica: tradiciones y contextos históricos”. Ahora, y tras una primera fase de compilación de datos, es momento de iniciar un minucioso análisis que permitirá destacar el valor de este patrimonio y lograr que perviva en su propio medio. Hablamos con Alberto Montaner, el mayor especialista mundial en el Cantar de mío Cid  y coordinador del proyecto

- Publicamos cerca de 60 leyendas relacionadas con el Cid. Se trata de una primera fase de recopilación. ¿Quedan muchas por seleccionar? ¿Por analizar?

Según los datos disponibles, sí, aún queda bastante material por reunir. En cuanto al análisis, está prácticamente todo por hacer. Salvo las leyendas burgalesas estudiadas por José Manuel Pedrosa, Elías Rubio y César Palacios, y algunas de las aragonesas, de las que nos ocupamos en su día Agustín Ubieto y yo mismo, la inmensa mayoría están aún en barbecho.

- El Cid o alguno de los personajes asociados a su figura protagonizan estas leyendas. El patrimonio es inconmensurable ¿por qué cree que ha dado lugar a tantos relatos? y si me permite el planteamiento, ¿qué tiene el Cid que no tengan otros?
Esta es la pregunta del millón, la verdad. ¿Por qué el Cid? No es fácil saberlo, aunque podemos atisbar algunas razones. Sus coetáneos, como nos testimonia el autor andalusí Ibn Bassam, ya lo consideraban un portento. El hecho de que un personaje que no era ni rey ni príncipe conquistase una de las ciudades emblemáticas de Alandalús, como era Valencia, dejó impresionado a todo el mundo. A mediados del siglo XII en Castilla y León ya se cantaba o contaba “que nunca fue vencido por sus enemigos”. Pero precisamente por no ser un alto dignatario, sino un guerrero caído en desgracia, además de admirable, el Cid resultaba cercano. Creo que todo eso, que se aprecia perfectamente en el Cantar de mio Cid, es lo que ha hecho del personaje un auténtico y perdurable mito literario, primero, y ahora mismo un icono cultural.

- Tras leer las leyendas, podemos concluir que algunas llevan asociadas una enseñanza, una especie de moraleja. ¿Cuál cree que es su objetivo último?
Las leyendas épicas suelen tener como fin primordial admirar al oyente; la moraleja es más típica de las fábulas. Sin embargo, hay casos, como varias de las leyendas cidianas, en las que se dan ambas cosas. En general, creo que transmiten la importancia de dos importantes cualidades representadas por el Cid, el esfuerzo, sobre todo en situaciones extremas, y la prudencia, en momentos delicados. Se podría decir, finalmente, que el Cid legendario actúa confiando en su destino. Su filosofía vital responde al viejo dicho latino: “La Fortuna ayuda a los audaces”.

- Algunas de ellas parecen tener como punto de partida el Cantar de mio Cid. Resulta cuando menos llamativo que una obra literaria que para muchos es de por sí una leyenda haya dado lugar a este tipo de relatos…
Teniendo en cuenta que estas leyendas son de tradición oral, no debería extrañar que un cantar de gesta, interpretado por juglares en las fiestas públicas y privadas, dejase huella en el imaginario colectivo. Esto se da todavía más en el caso de los romances, que, al ser más cortos, podían circular aún más fácilmente, pues la gente se los aprendía de memoria y los cantaba espontáneamente. De todos modos, no hay que olvidar que la Crónica del Cid fue una especie de best-seller a partir de fines del siglo XV, y lo mismo ocurrió con el Romancero del Cid, cuando se compiló, a principios del siglo XVII. Como en esa época la gente que sabía leer a menudo lo hacía para grupos de amigos o familiares, esto ayudaba a la difusión de la figura cidiana y reforzaba la tradición folclórica. No es, pues, extraño, que encontremos leyendas que pueden inspirarse de modo más o menos cercano en la literatura cidiana.

- La transmisión oral nos ha permitido conocer alguna de estas leyendas, una vía que junto a otras (un posible cantar previo sobre el Cid, documentos históricos, sus propias aportaciones literarias..) también pudo utilizar el autor del Cantar… 
La génesis del Cantar de mio Cid es una de las cuestiones más difíciles de resolver, por la escasez de documentación coetánea. Como he dicho antes, hacia 1150, el Poema de Almería, que celebra, en latín, la conquista de esa ciudad por parte de Alfonso VII, nos dice que “El mismísimo Rodrigo, llamado normalmente mio Cid, / de quien se canta que no fue vencido por los enemigos”. En la Edad Media, el verbo cantare en un elogio latino puede no tener sentido literal y signifcar “es bien sabido que”. Sea como fuere, está claro que ya corrían historias sobre el Campeador, en verso o de otro modo. Por lo tanto, a la altura de 1200, cuando se compone el Mio Cid, seguramente aún había más historias, anécdotas o leyendas que corrían de boca en boca. Además, unos pocos años antes, hacia 1180 o 1190, se había compuesto una biografía suya en latín, la Historia Roderici, que combinaba recuerdos transmitidos por la historia oral con datos sacados del pequeño archivo cidiano. Hay pruebas suficientes para concluir que el poeta épico conoció esta biografía latina y adaptó algunos pasajes a su gusto, como las batallas de Tévar y Cuarte.

- Precisamente por la forma en la que se han trasmitido estas leyendas es probable que muchas se pierdan. ¿De qué forma considera que este proyecto puede ayudar a preservarlas?
Creo que puede ayudar de dos maneras. La más inmediata es el propio registro de las mismas, lo que permitirá su conservación, aunque no, claro, en las mismas condiciones de su hábitat natural, que es la tradición oral. Pero hay otra que, a medio plazo, podría ser más decisiva, y es que, al destacar el valor que tienes estas leyendas, es más fácil que la gente joven les preste mayor atención y que, con ello, logremos que pervivan en su propio medio.

- Me consta que algunos de estos relatos se llevan contando años, algunos incluso siglos. Que sobrevivan al paso del tiempo, al margen de otras disquisiciones relacionadas con la transmisión oral ¿permiten poner en valor el legado cidiano?
Por supuesto. El hecho de que pervivan de modo tradicional es un indicador más de cómo la figura del Cid es un motivo constante y revela hasta qué punto está grabado a fuego en la imaginación colectiva. El Cid posee un elevadísimo valor en nuestro patrimonio inmaterial y constituye una parte muy importante del capital cultural de nuestros pueblos y de su folclore, algo que, gracias al Camino, se está potenciando cada vez más.

- Me llama la atención que algunas de las leyendas siguen el mismo patrón y que, salvo ligeras variaciones, son prácticamente las mismas en lugares muy distantes geográficamente… ¿Por qué cree que se da esta circunstancia?
Porque las leyendas tienen a sujetarse a patrones constructivos bastante semejantes. Usan personajes similares (los tipos o arquetipos), que realizan acciones muy parecidas (los motivos narrativos) que forman secuencias muy similares (los argumentos recurrentes). Gracias a eso, precisamente, entroncan con las inquietudes, expectativas y emociones que forman parte del acervo colectivo, de nuestra común herencia cultural, y siguen tocando algunas de la fibras más hondas del ser humano.

- También resulta llamativo que se mezclen leyendas e incluso se atribuya el mismo relato a personajes tan distintos como por ejemplo el Cid y Almanzor… 
Eso sucede porque, en las leyendas, a menudo es más importante el contenido narrativo que la identidad de los protagonistas. Eso sí, para que uno pueda sustituir a otro, ambos tienen que tener esa condición arquetípica a la que aludía hace un momento. En este caso, el arquetipo gira en torno a las nociones de gran caudillo medieval y de gran guerrero, incluso al margen de que sea moro o cristiano.

- Algunas, incluso, están relacionadas con la toponimia de una determinada localidad ¿tan potentes pueden llegar a ser?
La toponimia es una de las principales fuentes de inspiración de las leyendas, junto con determinados rasgos del paisaje, como la forma de una roca o las huellas (a veces fruto casual de la erosión, pero en ocasiones auténticas huellas fósiles de dinosaurio) que aparecen en determinados parajes. La leyenda, entonces, intenta dar explicación a esas particularidades mediante actuaciones extraordinarias de personajes igualmente extraordinarios. Así surgen las conocidas como “leyendas etiológicas”.

- Tras leer los relatos se extraen varias conclusiones sobre la personalidad del Cid. Por un lado, uno tiene la impresión de que era leal, valeroso, magnánimo, piadoso… por otro, se ofrece la imagen de un hombre perverso, ambicioso ,infiel,  engreído…  poco ayudan las leyendas a separar entre mito y realidad…
La cuestión es que, salvo en contados casos, en la leyenda el argumento prima sobre el protagonista, como comentaba antes. Por eso a veces de este lo único que queda es el nombre, mientras que sus actuaciones no resultan coherentes. De todos modos, en estos casos hay que tener mucho cuidado con realizar lecturas anacrónicas. Muchos críticos modernos se han escandalizado de la estafa que el Cid realiza, en el Cantar, a los usureros burgaleses Rachel y Vidas, pero en su momento eso se apreció, por un lado, como un rasgo de ingenio (pues recoge el viejo motivo del burlador burlado) y por otro, como muestra de que el Cid había tocado fondo, cuando no lo queda otro remedio que actuar de ese modo: “Véalo el Criador con todos sus santos, / yo más no puedo y por las malas lo hago”.

Accede desde aquí al Proyecto de Investigación de Investigaciones Cidianas.

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