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"El Cid siguió caminos que ya existían. Recorrerlos no exigían tener habilidad sino buena información para evitar los pasos complicados”

El autor en Navapalos, provincia de Soria

El autor en Navapalos, provincia de SoriaEl autor en Navapalos, provincia de SoriaPatricia Ansótegui

Su dilatada trayectoria vital (y profesional) le ha dado la posibilidad de transitar por territorios geográficos y humanos muy diversos. Cuando en su trabajo, vinculado al Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (Cedex), recorría España, no se limitaba a estudiar el terreno sino que procuraba acercarse a la cotidianidad de los pueblos que visitaba. Ha publicado varias monografías técnicas, libros de ensayo y de creación literaria. Hace unos meses sumó “El paisaje geológico de los Caminos del Cid y del Quijote”, una publicación que relaciona los escenarios geológicos con los acontecimientos, naturales e históricos, que en ellos se desarrollan. Entrevistamos a José Luis Salinas. Con él hablamos del Cid, de la ruta, del Cantar y de los caminos que siguió el Campeador.

- ¿Cómo surge la idea de publicar este libro?
Fundamentalmente, se trataba de reivindicar la figura del Cid, un icono de la historia de España, de esos que nos hacen sentir el orgullo de ser españoles. Quería unir su imagen a la del Quijote, que es la antítesis de aquel personaje. Rodrigo encara la realidad, mientras que el hidalgo manchego se mueve en el ámbito de la utopía. Se trata de dos formas contrapuestas de entender la vida, sincronizadas con la idiosincrasia española. Por otra parte, pretendía también visualizar rutas culturales como vías vertebradoras de territorios. El Camino del Cid es paradigmático en este sentido. Pienso que el formato de libro impreso continúa siendo el vehículo más adecuado para hacerlo. Presenté el proyecto para editarlo, y se me aceptó.

- En la publicación recorre fundamentalmente dos itinerarios: el Camino del Cid y el del Quijote. Además hace un guiño a la Ruta Jacobea. ¿por qué estos itinerarios?
Considero necesario extenderme en la respuesta. La primera imagen del Cid, como a tantos otros, me llega a través de los textos escolares. Comprendo pronto que la historia de España se forja en gran medida con personajes que concentran las cualidades del Campeador. La suma de arrojo, fidelidad a unas ideas, capacidad estratégica, instinto aventurero y un punto de rebeldía, unido a un carisma incuestionable, se repite, por ejemplo, en los protagonistas de la conquista de América. Nos encontramos, por consiguiente, ante un guerrero que sustenta una manera de ser y de sentir representativa del carácter español. 

Por otra parte, mi trabajo profesional me ha llevado a recorrer muchos rincones de España. Es evidente que las fronteras políticas y administrativas se superponen, a lo largo de la historia, a las demarcaciones naturales del espacio físico. En este sentido, aquellas fronteras tienen un sustrato artificial que explica su carácter transitorio. En tiempos pasados, las trashumancias y las corrientes migratorias aportaron intercambios enriquecedores. Hoy día, los recorridos culturales hacen posible canalizar unas rutas que, entre otros aspectos, contribuyen a diluir fronteras. El peregrino es un vector centrípeto que, de algún modo, se contrapone a las corrientes centrífugas que pretenden enclaustrar determinadas regiones.  

El Camino del Cid conjuga la posibilidad de aproximarse a unos enriquecedores paisajes naturales e históricos y percibir el territorio como un espacio total, sin otros límites que los que se imponga el viajero. El Campeador lo recorrió y nosotros tenemos la oportunidad de seguir sus pasos. Visualizar su importancia y hacer más provechosa y gratificante la ruta es lo que me ha llevado a elaborar una guía diferente a las muchas ya documentadas. 

El planteamiento ha sido similar al estudiar la presunta ruta del Quijote. Aunque, en este  caso, al tratarse de un personaje de ficción, no existen detrás unos hechos históricos que faciliten validar la investigación. Es por esto que la cartografía de los caminos imaginados por Cervantes (el novelista precisa desplazar al protagonista para enfrentarlo a nuevas aventuras), lleva mucho tiempo siendo objeto de controversia.

Causa asombro constatar que no pocos estudiosos de los avatares de los personajes que investigan hagan su trabajo desde el escritorio, sin ocuparse de contrastar sobre el terreno la verosimilitud de sus presunciones. Esta actitud la hemos encontrado, muy especialmente, en estudios sobre la ruta del Quijote. Los acreditados cervantistas Astrana Marín, Pellicer e incluso el propio Azorín incurren en esa falta de congruencia. 

Finalmente, con la inclusión, como apéndice, de la Ruta Jacobea, pretendía mostrar una visión sintética del Camino de Santiago apoyada en la acotación física del territorio. De este modo, completaba el análisis, con una perspectiva geológica, de las tres grandes rutas existentes en España, cada una de ellas con significado diferente: espiritual, literario e histórico.

"Superponer el Cid histórico al literario
genera no pocas incógnitas o contradicciones" 

- ¿De qué forma se documentó para recorrer el Camino del Cid? 
Toda investigación conlleva varias fases. La información suele ser dispersa o parcial. Hay que saber decantarla y pasarla por el tamiz de tus propias reflexiones, de acuerdo con la percepción de los hechos que se estudian. El siguiente paso lleva a relacionar los elementos analizados, para tratar de llegar a conclusiones que no hayan sido exploradas con anterioridad, que es la aportación que justifica el trabajo realizado. Sólo queda volcarlo en un molde literario, que reúna rigor y claridad expositiva, pero que también resulte ameno para la lectura. Es el procedimiento seguido para redactar la publicación que estamos comentando.

Disponer de una guía conductora es esencial para acometer una ruta, sea ésta histórica o simplemente de contenido excursionista. En nuestro caso, el itinerario visualizado por el Consorcio del Camino del Cid se revela esencial. Es riguroso fijando el eje principal de la vía, pero aporta alternativas que se ofrecen como alternativas, dentro de lo que se definen como “anillos”. Ha debido ser una labor difícil de concretar. Puedo afirmarlo porque he manejado, entre otras fuentes, los trabajos de Menéndez Pidal, sin duda el mayor especialista del Cid. Superponer el Cid histórico al literario genera no pocas incógnitas o contradicciones. Sabemos que la verdad histórica, que es la que maneja Pidal, se revela en ocasiones tan difusa que seguirla nos lleva directamente a un laberinto. Preferimos atenernos a la realidad literaria, que resulta ser más lineal. Al cabo de los siglos, el Cantar de Mio Cid no deslinda la historia de la leyenda, pero nosotros, si hemos de elegir, nos sentimos más atraídos por la leyenda. 

- En la publicación afirma que los ámbitos geográficos y la complejidad del Camino del Cid superan en mucho a los versificados en el Poema. ¿Cree que el autor del Cantar podía estar interesado en destacar determinados paisajes, zonas que sí aparecen descritas con detalle en alguno de los versos?
El trabajo del juglar que glosó las hazañas del Cid es necesariamente simplificador. A partir de la información de que dispuso (básicamente de trasmisión oral) elaboró su propia versión de los hechos. Los pormenores que aporta en el Cantar dependen tanto de la importancia que concedió a los acontecimientos como del detalle que tuviera de los mismos y de los lugares en que sucedieron. Puede rastrearse en su poema que algunos de ellos los conocía.

Nos parece que resultan más elusivas de la realidad las últimas partes del Cantar, en las que se desgranan sucesos que atañen directamente a las hijas del Cid. Aquí importa más el contenido dramático que la envolvente histórica. Nos encontramos, por ejemplo, con que la afrenta de Corpes podría localizarse en dos lugares tan alejados como Robledal de Corpes (en la actual Guadalajara) y Castillejo de Robledo (en la actual Soria). Es evidente que al trovador le interesaba el escenario dramático antes que el geográfico. Por eso no se preocupó de concretar su ubicación. Algo que sí cuida cuando se ocupa de los de la ruta del destierro.

- Parece que desde un punto de vista geológico, el Cid cuando partió desde Vivar del Cid hacia el destierro no lo tuvo muy difícil según la descripción del terreno que leo en la publicación. Luego, tal y como señala, Rodrigo y sus hombres estuvieron condicionados por dos aspectos: buscar zonas que dieran alimento y, por otro, encontrar lugares que facilitaran la defensa tanto de él como de los suyos. Definitivamente… ¿encontró ambos?
Esta pregunta da pie para reconstruir la logística que pudo plantearse el Cid en su camino del destierro. Veamos. Supongamos que el destino final de su viaje era la conquista de Valencia (tampoco importa demasiado si fue una decisión tomada sobre la marcha). Para llegar a esa meta precisaba de un itinerario de tránsito viable, que además le permitiera disponibilidad de agua y alimento; también que no chocara frontalmente con fortificaciones musulmanas que resultaran demasiado impenetrables para sus posibilidades. Leemos, por ejemplo, en el Cantar, que el Cid evita la plaza de Atienza

Estos puntos amurallados se articulaban sobre peñas o colinas que facilitaban la defensa. El castillo de Gormaz es ilustrativo de este aprovechamiento del terreno. Esos lugares prominentes también eran utilizados por la hueste del Cid para habilitar campamentos temporales más seguros. Todavía hoy hemos oído hablar del “monte del Cid” en Miedes de Atienza.

Los valles establecen corredores de tránsito que cumplen los requisitos requeridos por los viajeros. Las fortalezas enemigas se localizan en su periferia, pudiendo ser esquivadas; también deben ser evitados los valles demasiado angostos para ser vadeados. Lógicamente, en su ruta, el Cid ha de cruzar divisorias entre ríos, y es ahí donde el terreno se encrespa y las posibilidades de abastecimiento disminuyen.

En especial, las zonas de más difícil tránsito son las divisorias entre las cuencas del Duero y Tajo y entre las del Tajo y Ebro. En la primera de ellas la mesnada lo hace a través del actual puerto de La Carrascosa, relativamente próximo al supuesto vadeo del Duero en Navapalos, lo que lleva a pensar que el Campeador tenía ya el propósito de adentrarse en el territorio de la actual Guadalajara aprovechando ese paso. Con posterioridad, los guerreros cruzan la divisoria entre el Tajo y el Ebro partiendo de la estratégica localidad de Sigüenza. Desde la cabecera del Jalón, topográficamente el recorrido hasta Valencia no presenta dificultades mayores. El Cid abandona en Calatayud el curso Jalón para seguir el del Jiloca. La cabecera de este rio está en Monreal, pero desde esta localidad se accede sin dificultad al Guadalaviar, ya en la vertiente mediterránea. Por el valle del Palancia llega a Murviedro (Sagunto), plaza que necesita conquistar para acometer el asedio de Valencia.

Lo que hace que esta ruta, que es la que propone el Consorcio del Camino del Cid, sea creíble es que si hoy reconstruyéramos la andadura del Campeador y su mesnada elegiríamos un itinerario similar.  

 - Hay momentos en los que el Cid se encuentra con una topografía complicada ¿cree que tenía la suficiente habilidad para evitarla?
Obviamente, el Cid siguió caminos que ya existían en sus líneas primordiales. No se trataba de tener habilidad, sino buena información para evitar o acometer los pasos complicados. 

"El ámbito geológico no ha cambiado en mil años.
Las montañas que vio el Cid en la sierra de Pela
son las mismas que hoy admiramos"

- Por tanto, el viajero que hoy en día recorra el Camino del Cid, prácticamente mil años después que el Campeador ¿se va a encontrar los mismos paisajes? 
Hay que distinguir entre el espacio físico y el paisaje humano. El ámbito geológico no ha cambiado en mil años, de manera que las montañas que, por ejemplo, vio el Cid en la sierra de Pela son las mismas que hoy admiramos en la frontera entre el Tajo y el Duero. Otra cosa es el contexto humano. En nuestra publicación hay una fotografía de mediados de los años 70 de unas labores de trilla en Covarrubias, que hoy es casi un documento etnográfico. Si en poco más de 40 años los cambios en la cotidianidad de los pueblos han sido tan manifiestos, ¿qué cabría esperar al cabo de un milenio? Parece evidente que el Cid recorrió una Castilla agrícola y ganadera, con una población rural que se atenía a unos ciclos de trabajo basados en el calendario impuesto por esas actividades. También en la Castilla meridional y Aragón. Naturalmente, la tropa necesitaba proveerse de alimentos, y estos fueron obtenidos de buen grado o por la fuerza. 

 - Al hilo de la cuestión anterior es obvio que la mano del hombre ha cambiado parte del paisaje. En el Camino del Cid ¿estos cambios son más evidentes en unas zonas que en otras? 
Los cambios en las localidades y su entorno no han sido sólo en su aspecto, sino paralelamente en los hábitos cotidianos de las poblaciones. Ciertamente, así como en la España interior las posibilidades de desarrollo están más limitadas, el progreso agrícola, industrial y turístico ha potenciado la trasformación de muchos paisajes del corredor mediterráneo. El Murviedro cidiano forma parte del Sagunto actual como un enclave arqueológico, mientras que Medinaceli incorpora el reclamo de su pasado histórico para mantenerse viva. Son sólo dos ejemplos.

- El Camino del Cid está integrado por 390 pueblos. El problema de la despoblación es patente a lo largo de la ruta. ¿Cómo influye esta problemática en el paisaje?
El paisaje geológico lo modifica la “antropización” del territorio (construcción de obras comunitarias, edificaciones, puestas en regadío, repoblaciones forestales,…). En sí misma, la despoblación contribuye a restablecer el equilibrio natural existente antes de los poblamientos. Otra cosa es que el abandono de casas y campos sea deseable. Cada enclave habitado tiene un porqué que no debería ser obviado. Los pueblos abandonados, se diría que con aspecto de insepultos, dejan un poso de desolación en el visitante. Es un problema que afecta a numerosas comarcas españolas, y que previsiblemente va en aumento. 

Personalmente, me entristeció el estado actual de un pueblo de tanto significado cidiano como Navapalos. Esta situación tal vez podría paliarse (no sé si revertirse) convocando un festival medieval semejante al de Hita, creado a la sombra del Arcipreste. Este evento dinamiza cada año la localidad, y creo que uno similar podría “poner en el mapa” a Navapalos. El lugar dispone de espacios abiertos y un entorno frondoso, y además es de fácil acceso y con recursos hosteleros relativamente cercanos, lo que lo hace idóneo para un encuentro de ese tipo.

- Muchos de los nuestros viajeros se sorprenden – gratamente – de la forma en la que va cambiando el paisaje. ¿Le sucedió cuándo recorrió la ruta?. En este sentido ¿hay algún paisaje, zona, localidad en concreto que le sorprendió encontrar en su recorrido?
He aprendido que la gran ventaja de hacer rutas como la del Camino del Cid es la posibilidad de realizar nuestros propios descubrimientos, que enriquecerán el recorrido. No me refiero sólo a aspectos estrictamente paisajísticos o históricos. Un viaje no tiene porqué ser monotemático. Podemos adentrarnos en los terrenos de la gastronomía, de la enología o del folklore. Desde hace mucho tiempo, lo comento por si puede servir de utilidad a alguien, siempre pregunto por la tahona, un establecimiento que no falta en ningún pueblo. Además de las variedades de panes locales, suelen ofrecer alguna variedad de dulces que no es posible degustar fuera de ese lugar. Se trata sólo de una sugerencia, que se podría ampliar a muchas otras. 

Naturalmente, el Camino del Cid ofrece numerosas posibilidades en ese y en otros aspectos. Si nos centramos en paisajes singulares, que a veces pasan desapercibidos al caminante, en nuestro libro visualizamos algunos de ellos. No todos están en la ruta conductora del Camino, pero merece la pena desviarse de ella para visitarlos.

Un factor importante en el momento de programar la ruta es la época del año en la que se prevé hacerla. Es evidente que el paisaje cambia con las estaciones. El Camino del Cid es ideal para recorrerlo en primavera, y no sólo por razones climatológicas. En esta estación, los campos despiertan del invierno y ofrecen todo su esplendor. Lo expresa de forma sencilla y exquisita el Romance del Prisionero: “Que por mayo era, por mayo,/ cuando llega la calor,/ cuando los trigos encañan/ y están los campos en flor,/ cuando canta la calandria/ y responde el ruiseñor…” Hemos tratado de visualizar esta imagen en la portada de nuestro libro. 

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