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Arturo Pérez-Reverte: “Sidi es una novela sobre el corazón humano"

El escritor, autor de "Sidi", Arturo Pérez-Reverte

El escritor, autor de "Sidi", Arturo Prez-ReverteEl escritor, autor de "Sidi", Arturo Prez-Reverte
Patricia Ansótegui

El escritor Arturo Pérez-Reverte ha presentado en Burgos su último libro, Sidi (Alfaguara), novela en la que ofrece su visión sobre el Cid durante los primeros años de su (primer) destierro. Afirma no interesarle el Cid histórico, aunque sí cómo nace y se forja el líder, cómo piensa, cómo actúa y se comporta un personaje que brilló porque, en su opinión, encontró el momento perfecto para hacerlo. Compartimos minutos con el escritor y académico de la RAE Arturo Pérez-Reverte

- En la medida de lo posible, voy a intentar evitar hablar del Cid desde un prisma actual e, incluso,  mencionar a Franco, ya que parece que, en los últimos tiempos, es inherente al personaje. Empezamos por el principio, por la dedicatoria que aparece en las primeras páginas, la cual, he de confesar, me ha gustado especialmente: "A Alberto Montaner, inevitablemente". ¿De qué forma ha contribuido en su novela?
Alberto y yo somos amigos desde hace muchísimo tiempo, desde que publiqué El club Dumas. Nos conocemos desde el año 92, aproximadamente. Para trabajar, manejé una obra fundamental: su edición anotada del Cantar de mío Cid. Además, leí todo lo que pude leer sobre el Cid, aparte de que ya tenía mucho material que busqué y compré. Una vez escrita la novela, se la pasé y le dije: “Ahora piensa que eres enemigo mío, piensa que me quieres fastidiar y búscame aquellos gazapos que crees que debo quitar”.

- ¿Encontró muchos?
No, gazapos no había ninguno. Realizó un par de precisiones y nada más. Yo había manejado mucho sus libros sobre el Cid, con lo cual, buena parte del camino, ya lo tenía recorrido. Esta novela,  documentalmente, es muy "montaneriana", es decir, se apoya mucho en sus estudios, por lo que él encontraba correcto lo que coincidía con sus tesis.

- No ha sido el único experto con el que ha contado...
También hizo una revisión de la novela el arabista Federico Corriente. Cuando yo hablaba de frontera,  quería usar palabras árabes, y yo quería que me dijera si eran correctas o no porque yo hablo un poco de árabe pero es un árabe, moderno y también un árabe de Medio Oriente y, a mí, lo que me interesaba era el árabe medieval. También tuve el asesoramiento del criador de caballos, jinete y amigo de Cartagena, Julio Mínguez, que me revisó toda la parte ecuestre para ver si había algún error.  Hubo esa lectura de profesores o especialistas que me dieron una nota bastante alta, de lo cual me alegro mucho.


"El  historiador se tropieza con el alma del Cid 
y el alma del Cid  no está documentada. 
Ahí es donde entra el novelista"

- Desde el Consorcio Camino del Cid siempre hemos defendido la labor científica e investigadora en torno al personaje. ¿Aún hay algo que aportar o del Cid ya está todo dicho?
Del Cid hay muchas cosas dichas, por supuesto; sobre todo del Cid histórico. No sé si estaremos de acuerdo, pero, en el Cid, hay un 20 por ciento de realidad y un 80 por ciento de leyenda. Yo he manejado  textos musulmanes que lo ponen a parir. Se refieren a él como "perro cristiano", "el infame Ludriq"... hay mucho material sobre él, pero la parte imaginativa, la parte personal, que era lo que yo quería contar, cómo nace y se forja un líder, depende de la interpretación de cada cual. No hay ningún historiador que nos pueda decir cómo se sentía el Cid antes de una batalla: eso, un soldado sí puede decirlo, o, a lo mejor, yo, que he estado en batallas y combates. El historiador tiene una función fundamental: entre otras cosas, nutrir al novelista. Pero hay lugares a los que no puede llegar por su propio rigor profesional: el historiador se tropieza con el alma humana, y el alma humana del Cid no está documentada. Ahí es donde entra el novelista, y no sólo hablo de mi novela. Ahí es donde entra Walter Scott, Dumas, Mika Waltari o Graves. Yo me he movido allí donde el historiador no puede reprocharme nada porque ofrezco mi impresión personal sobre él: hombres y combates que conocí, miedos, suciedades, ambigüedades, amaneceres inciertos, anocheceres más inciertos todavía. En ese terreno, ningún historiador puede darme lecciones, pero ni a mí, ni a nadie.

- Quizás fruto de su experiencia hay momentos en Sidi en el que puede percibirse el olor a hierro, a leña, a sudor… incluso se siente el polvo en la cara
Era mi intención. Yo eso no lo he aprendido en películas, ni en libros, ni me lo han contado. Yo eso lo he visto, lo he vivido. Yo he tenido el polvo en la cara y he pasado el miedo. Hay una carga personal biográfica que me es muy útil a la hora de hacer realista eso. Yo no llego a mi Cid a través de conversaciones intelectuales sino a través de una cuestión empírica. Cómo se siente un líder en combate, cómo se siente un líder en territorio hostil ganándose el pan, ganándose su pan, como dice el Cantar, cómo se siente un líder al manejar una panda de animales de la época del siglo XI, animales de guerra, guerreros, gente que se busca la vida en la frontera, milicias de esclavos, de guerrear, de saquear… cómo manejas a esa gente, cómo consigues que un animal como, por ejemplo, Ordóñez te siga, que muera por ti, cómo consigues que los moros te respeten al igual que los cristianos, cómo consigues sobrevivir, eso es lo que a mí me interesa, ese es el Cid donde yo he ido El otro, el Cid histórico, no me interesa. A mí me interesa lo que el Cid piensa, cómo actúa cuando está con esa gente que le acompaña.

- Ese es el Cid que quiere que leamos…
Yo no soy un escritor moral, no creo que el novelista tenga la obligación de explicar y de hacer mejor el mundo, puede hacerlo si quiere es muy legítimo pero el novelista tiene la obligación de hacer su trabajo lo mejor que pueda. En mi caso lo que quiero es contar historias a mi manera y el lector que quiera leerlas que las lea y el que no quiera que no las lea. Yo no quiero ser fiel a nada ni quiero cambiar la percepción del Cid. Para mi novela necesito darle un enfoque original para no repetir lo que otros ya han hecho. En este sentido yo me he limitado a imaginar una aventura en la cual el Cid es el protagonista, dotándola de todo el rigor histórico para que la historia se sostenga evidentemente, que sea sólida pero no por miedo al historiador porque cuando he querido he falseado la historia sin el menor complejo, a Minaya lo he puesto como segundo de la hueste cuando no lo fue en realidad pero no tengo ninguna intención más que contar una buena historia y que el lector esa historia la viva de una manera gozosa, que el lector cabalgue conmigo y disfrute, que el lector aprenda algunas cosas sobre el corazón humano y es que aunque se cuentan batallas y combates la novela no va de eso, es una novela sobre el corazón humano. Yo no he ido a describir la batalla, he ido a describir cómo se comporta y se maneja en esas situaciones. 

- He intentado localizar parajes del Camino del Cid en la novela. Habla de Vivar, lógicamente, menciona Burgos, Covarrubias… determinados territorios de Aragón. Sin embargo ubica al Cid y a sus hombres en la Extremadura castellana sin matizar localizaciones geográficas concretas ¿por qué motivo?
Mi fase de trabajo es la siguiente: primero me empollo bien la geografía del Cid que por supuesto la conozco perfectamente, sé cada paso que dicen que dio, hay un montón de libros sobre las rutas del Cid. Una vez leídos todos cogí mis mapas y dije… lugares, cuáles me interesan. Si me ciño a una localidad geográfica concreta estoy situándolo en el tiempo y en el espacio y para evitar el rigor histórico me salgo a un paisaje imaginario. Si yo digo que al mes del destierro estaba por ejemplo en Medinaceli, me dirán que no es cierto pero si digo que  estaba en la Sierra del Judío ve a buscar la Sierra del Judío. A la topografía real le añado una topografía que me invento de manera que el lector se mueva por esa ambigüedad. 

"Cada novela es un desafío,
si no lo hay no merece la pena.
Necesito que la novela que estoy escribiendo
me incite, me ponga caliente"


- Una de las rutas del Camino del Cid se denomina “Tierras de Frontera”, encaja con esa idea de que “Sidi” es un Western Medieval…
Hay un empeño personal. De hecho, la novela nace así. Sobre el Cid se ha escrito mucho, hay novelas buenas y hay historias mediocres, hay muchísima literatura sobre el Cid, tanto histórica como novelística, lo que no voy a hacer es una novela sobre algo que se ha hecho ya. No tenía intención de hacer una novela del Cid pero estuve viendo una película de John Ford, La legión invencible, y pensé en cómo hubiera contado él nuestra historia. Nosotros también teníamos nuestra frontera, con pioneros, con apaches… Pensé que esa novela no se había escrito y me planteé contar el Cid como si fuera un western, nuestro western. Ahí arranca el desafío. Cada novela es un desafío: si no lo hay, no merece la pena. Mi vida está resuelta, tengo mis lectores, pero necesito que la novela que estoy escribiendo me incite, me ponga caliente, y eso me ponía caliente: contar el Cid en Valencia no me interesaba nada, pero contar que sale con 40 tíos a buscarse la vida y ganarse el pan y que, en seis meses o un año,  sobrevive y, además de eso empieza a ser una leyenda… ¿Cómo consigues que 40 tíos te sigan? ¿Cómo consigues las lealtades? ¿Cómo consigues que el cabrón del conde catalán te rechace y desprecie?. Por cierto, que la gente piensa que esto es una coña mía, pero ignoran que el rechazo del conde catalán al Cid fue verdad; de hecho, es el desprecio de todos los francos por la gente que vivía al sur del Ebro, no me lo invento yo. No he buscado el paralelismo con la realidad actual.

- La propia descripción física que ofrece en el libro del conde hace coger manía al personaje…
Es un personaje muy antipático pero no he hecho nada pensando en el presente. 

- También el Cid puede caer antipático al principio de la novela. Sin embargo, a medida que avanza parece que lo va humanizando…
No se humaniza: lo vamos comprendiendo, que es distinto. El mensaje no cambia, es el mismo; somos nosotros quienes profundizamos más en él. Al principio ves una bestia de la guerra, degollando prisioneros, quemando, manteniendo el decoro no porque no le gusten las mujeres, sino para que su gente lo respete, pero, a medida que vamos avanzando, vamos viendo otras cosas. El Cid siempre es el mismo, no lo humanizo: es el lector quien profundiza en su humanidad. Además, yo no pretendo una justificación moral: lo que pretendo es que el lector comprenda que el siglo XI era un momento muy duro donde la gente se mataba, vender esclavos era algo normal, degollar era normal, quemar cosechas y saquear era normal, era la forma de hacer la guerra. Por razones narrativas, quiero que el lector entienda que el mundo era así, que lo acepte con naturalidad, que vea que degollar a un niño de 13 años que tiene vello entre las ingles era normal, eso lo he visto yo en Yugoslavia, no me lo han contado.

"He conocido mercenarios y ha habido de todo.
Desde el infame, el asesino,
hasta el tío estupendo" 

 

- Determinadas personas se molestan sobremanera cuando se habla del Cid “mercenario”…
El Cid era un mercenario porque tenía que ganarse el pan. ¡Qué otra cosa va a hacer! Y le digo una cosa: yo he conocido mercenarios y han sido amigos míos, y he estado con ellos en combate, en desastre y en retirada, con mercenarios pagados y ha habido de todo, desde el infame hasta el asesino, hasta el tío estupendo. El mercenario no tiene nada de malo, es como el soldado. El soldado es alguien que cobra una soldada, un sueldo al mes. Hay soldados que son asesinos y otros que son héroes. "Mercenario" es una palabra absolutamente válida. Yo he sido un mercenario toda mi vida:  trabajé para TVE, me he jugado la vida en territorio peligroso por un sueldo. No tiene nada de malo la palabra "mercenario" y lo he dicho muchas veces: prefiero un mercenario bien pagado a un voluntario entusiasta: un mercenario bien pagado va a estar contigo siempre mientras le pagues; el voluntario se basa en ideas y no hay ideas que resistan un Sarajevo o el hambre, la penuria o la miseria. Yo siempre cuento el ejemplo: estaba en Angola, en la guerrilla, y había un mercenario que se llamaba Felipe, que era un antiguo militar portugués. Hubo una ofensiva del gobierno y nos machacaron, había que huir hacia la frontera. Yo tenía un coche y le dije a Felipe que se viniera conmigo, y me dijo que no, porque le habían pagado dos meses más. Se quedó porque había cobrado, era su trabajo y se quedaba con su gente.

 

"El Cid tuvo que mentir, trampear...
tuvo que ser un pájaro de cuenta.
Debía alentar la ambición, el coraje, el valor" 

 

- Hay personajes históricos como Pizarro, el Empecinado, Hernán Cortés, que le interesan, pero no todos se convierten en novela…
Hay algo que se llama liderazgo y eso es fundamental. Hay gente que, puesta en el momento equivocado de la historia, son criminales, asesinos, proscritos o gente anónima, pero hay otros que coinciden con el momento justo de la historia y son brillantes. No sabemos cuántos genios tenemos a nuestro alrededor: habrá muchos, pero el momento actual no les permite ser lo que serían en otras circunstancias. Cuando la historia da el contexto adecuado para que el personaje desarrolle su potencial, se vuelve brillante para bien o para mal. El liderazgo no es un factor moral: es un factor técnico, y eso es muy importante subrayarlo. El Cid, con pocos recursos aunque con inmenso talento, consigue brillar porque lo hace en el momento perfecto. A lo mejor, en otro momento, el Cid no hubiese sido nada, o hubiera muerto, o le hubiera cogido una fiebre y habría palmado. Y olvidemos lo moral: el Cid tuvo que mentir, trampear… el Cid tuvo que ser un pájaro de cuenta, daba igual, bueno o malo, debía alentar la ambición, el coraje, el valor, esa inteligencia técnica del líder es lo que cuenta, que lo use para el bien o lo use para el mal es lo de menos. Hitler, Mussolini, Stalin, Kennedy, de Gaulle… pertenecen a la misma familia, aunque, evidentemente, los resultados morales son diferentes. Al líder hay que estudiarlo técnicamente. Es más: yo he visto a guerreros hijos de puta hacer cosas heroicas.

 - ¿Moralmente aceptables?
No, he dicho heroicas. Le pongo un ejemplo. Imagínese  que Ud. y yo estamos aquí con un grupo de guerreros y, a mil metros, hay un botín. Pueden ser mujeres, que era el botín de la época, dinero, comida, agua, caballos… lo que sea, el botín puede ser moral o inmoral, pero, si cruzamos esos mil metros nos jugamos la vida. Ud. y yo decimos "¡Vamos a por ello!" y cruzamos el camino bajo el fuego enemigo, y luchamos con nuestros brazos y nuestro valor para llegar hasta allí. El objetivo no es moral, pero eso no quita que el acto que hemos hecho sea heroico, admirable, interesante, educativo… A mí, la moralidad final del acto no me interesa, yo no soy un moralista, soy un escritor, me interesa el ser humano en esos mil metros, cómo se comporta, como se desarrolla, cómo hace, cómo muere, cómo vive, morir con sencillez, con naturalidad.. 

-En una de sus últimas entrevistas le he oído decir que no le interesa saber cómo nace la leyenda. Sin embargo en la novela se desprende que el Cid ya era una leyenda en vida. ¿Cree que lo era?
Yo creo que sí. De hecho, los textos de la época ya hablan del Cid: si un montón de textos musulmanes hablan de él es que ya era leyenda y eso es, justamente, lo que me fascinó: como consigue, en poco tiempo, hacer eso. Hay cosas que no sabemos si son verdad o no, lo que está claro es que hizo lo que hizo: sobrevivir en la frontera y causar terror a los enemigos, fueran cristianos o musulmanes. El Cid no es leyenda por la Jura de Santa Gadea, el Cid es leyenda por su actuación, por su supervivencia y por sus batallas.

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