TRAVELOGUE DE VERANO POR EL CAMINO DEL CID
Texto y fotos: Alberto Luque Cortina
Aquí va nuestro travelogue de verano, que es un homenaje a Burton Holmes (1870-1958) y también una reivindicación de los pequeños detalles, que son la sal y la pimienta con los que aderezas tu viaje hasta darle el sabor que más te gusta. ¡Que aproveche! (si quieres ver las fotos en tamaño grande, ve al final de la página).
¿Fue Babieca un unicornio? Los mitos parecen iluminarse y adquirir una dimensión diferente en la oscuridad de la noche, no en vano fueron creados o transmitidos por nuestros antepasados a la luz de las hogueras. Hay una segunda interpretación para esta foto, más prosaica; como dijo un filósofo cubano: "La noche me confunde", y a veces provoca extraños espejismos. Estatua del Cid, en Burgos.
Made in Spain. Si hay un estilo artístico netamente español, ése es el mudéjar. Hay muy buen románico y gótico fuera de nuestras fronteras, pero el mudéjar, creado por los alarifes musulmanes tras la conquista cristiana, es un estilo que sólo encontrarás aquí. La torre de la iglesia de Santa María es uno de los ejemplos más armoniosos del mudéjar aragonés. Recuerda al alminar de una mezquita y hay quien piensa que efectivamente lo es. Yo lo veo como un faro que alumbra nuestra singular historia. Está en Ateca, Zaragoza.
Castillos de frontera. De entre los muchos castillos de frontera que encontrarás a lo largo del Camino del Cid, uno de los más evocadores es el de Montuenga de Soria. Me parece un lujo ir pedaleando y encontrarte de pronto con su silueta, como nacida del cerro de arenisca sobre el que se asienta. Parece que estás en El Rif, pero no: ¡estás en Soria!
Humilde sabina. ¿Cuál es el árbol del Camino del Cid? Aunque el roble y el pino juegan un papel muy importante en el Cantar, yo me quedo con la sabina, de la que aprecio su humildad. La sabina se encastra en terrenos duros y poco productivos, y es un símbolo de la lucha por la supervivencia que ha forjado la personalidad de sus habitantes. La encuentras en buena parte del recorrido, y la reconocerás fácilmente por su peculiar corteza exfoliada.
Sobre el confinamiento y todo lo que sigue. En estos días pasados de calles vacías me he acordado mucho de algunos pueblos del Camino del Cid, que parecen vivir un confinamiento perpetuo, apenas interrumpido por los fines de semana y las fiestas patronales. Pueblos pequeños, paisajes vastos y silenciosos, mucha tranquilidad y poca gente (pero amable). Si esto es lo que buscas, aquí lo vas a encontrar. Estos columpios huérfanos de niños son de Escalera, Guadalajara.
¡Temprano dad cebada!, arenga el Cid varias veces en el Cantar. No me atrevo a asegurar que el dueño de la cervecería Mío Cid, en Villena (Alicante), estuviera pensando en el poema cuando colgó su particular estandarte, pero sin duda pone de manifiesto la pervivencia del personaje: El Cid da nombre a un sinnúmero de bares y restaurantes en todo el mundo (¡que el Criador los guarde!).
Catedrales naturales. Uno de los fines que perseguían los constructores de las catedrales, inevitablemente influidos por la Naturaleza, era el de sobrecoger a los fieles. Ese mismo efecto lo producen hoy algunos parajes en el Camino del Cid. Lo que ves son los cortados de La Maimona desde la Bojera, una senda impresionante que recorremos en silencio, siguiendo la ruta senderista de La Conquista de Valencia, entre Los Calpes y Montanejos, en Castellón.
¡Vade retro, lujuria! ¿Os imagináis que en pleno siglo XXI se decorase una iglesia con esculturas eróticas o directamente pornográficas? No, ¿verdad? Pues en la Edad Media se hacía. Esto nos debería hacer reflexionar sobre nuestro modo de juzgar el pasado con criterios actuales: esa gente pensaba muy diferente a nosotros. Esta gárgola se encuentra en la catedral de Valencia, y tal vez tenga que ver con la abundancia de lupanares de la ciudad medieval.
¿Adónde van esos caminos? ¿Nunca has sentido el deseo, a la vista de un camino, de echarte a andar por el mero gusto de recorrerlo? "¿Qué haces todas esas horas en soledad, mientras caminas?", le pregunté una vez a Donaciano Fontúrbel, un maravilloso octogenario con decenas de miles de km en sus pies: "Mascar la vida", me respondió. Nada que añadir. Este camino está en Alcozar, un pueblo muy, muy especial, en la provincia de Soria.
Zigurats. Ubicada en la Sierra del Alto Rey, en un paraje agreste de prados y jaras, encinas y robles, Hiendelaencina (Guadalajara) conserva un importante patrimonio industrial en sus minas de plata. Estas explotaciones, abiertas en el siglo XIX y hoy abandonadas, se encuentran diseminadas por sus alrededores y, a los ojos del viajero, se asemejan a zigurats o faros de un mar imposible.
El sueño de la erosión produce monstruos. Que Goya me perdone, pero eso es lo que pensé camino del abrigo Cabrerizo, uno de los refugios rupestres declarados Patrimonio de la Humanidad en el Espacio Natural de los Pinares de Rodeno, muy cerquita de Albarracín (Teruel). El viento y el agua han modelado extrañas formas en la arenisca roja que avivan la imaginación.
El elefante de Layna. Hasta el siglo XX, el olmo era un árbol muy común en los pueblos. En los años 70, la grafiosis acabó con casi todos. Quedan, como cadáveres mutilados en un campo de batalla, numerosos troncos muertos que los locales se resisten a arrancar: tocarlos, como este de Layna (Soria), es como acariciar la piel de un elefante. Hoy es difícil encontrar grandes ejemplares vivos; curiosamente, el más viejo de todos -va para los 400 años-, se encuentra en el Camino del Cid, en Navajas (Castellón).
Todo es silencio. El cementerio viejo de Monreal de Ariza (Zaragoza) es uno de los más singulares del Camino del Cid. Crece, no encuentro una palabra mejor, a los pies de su castillo. En primavera y verano la hierba oculta las tumbas, semihundidas en el silencio que sigue al naufragio del tiempo.
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