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Tierras de Frontera, un western medieval por el Camino del Cid

Arquitectura popular en Torrehermosa, Zaragoza. Pueblos cavados en la tierra / ALC


Texto y fotos: Alberto Luque Cortina

La ruta “Tierras de Frontera”, rememora los primeros días del Cid como desterrado por las taifas de Toledo y de Zaragoza, aunque incluye también otros pasajes del Cantar, como el viaje de las hijas del Cid a Medinaceli. El recorrido comienza en Atienza, al norte de Guadalajara, y finaliza 270 kilómetros después, en Calatayud, en la provincia de Zaragoza.

Buena parte de los lugares incluidos en este itinerario formaron parte, hasta la desaparición del califato a principios del siglo XI, de la Marca Media: un gran espacio fronterizo militarizado que separaba Al-Ándalus de las tierras colonizadas por los reinos cristianos. Con posterioridad, a partir del siglo XII, estos territorios, especialmente la zona entre Medinaceli y Calatayud, fueron escenario de luchas fronterizas entre los reinos de Aragón y Castilla. La frontera se configura así como una amplia línea de sombra, poco nítida, mu+y cambiante y casi siempre peligrosa para los colonos que las habitaban y también para los comerciantes y los soldados que buscaron allí su fortuna.

  

Por la taifa de Toledo

La ruta comienza en Atienza, plaza que el Cid evita, según el Cantar, por ser una “peña muy fuerte”. En efecto, entre los siglos IX a XI Atienza fue, al igual que Guadalajara o Medinaceli, una importante fortaleza islámica de frontera. Como tal, se encargaba de la defensa de la frontera y del aprovisionamiento de las tropas andalusíes, que lanzaban desde allí sus ataques sobre las regiones colonizadas por los cristianos. Con ese objetivo pasaron por aquí Abd el Rahman III, Almanzor y el general Galib. En 1085, tras la toma de Toledo por Alfonso VI, Atienza entró en la órbita castellana y siguió siendo puesto fronterizo hasta el siglo XII. Esta villa es una de las grandes joyas del Camino del Cid: el pueblo es conjunto histórico artístico, sus iglesias de origen románico albergan tres museos de arte, historia y paleontología a cada cual más interesante, y las vistas desde el castillo son inmejorables.

Castillo de Atienza, Guadalajara.Castillo de Atienza, Guadalajara.

Nuestro siguiente destino es el “castejón que es sobre el Henares”, según el Cantar la primera población musulmana que el Cid tomó con ánimo de aprovisionarse, y que algunos estudiosos identifican con Castejón de Henares y otros con Jadraque. Aunque la acción militar sea poco relevante si consideramos la escasa entidad de ambas poblaciones en el siglo XI, subraya dos reglas o modos de proceder que se repetirán a lo largo de este viaje literario: la primera es la necesidad constante de obtener alimentos y dinero para pagar a su hueste; la segunda es la consigna de evitar los daños injustificados en las poblaciones que dejan atrás. Al tiempo que el Cid conquista “Castejón”, Álvar Fáñez con doscientos caballeros se lanza a saquear el valle del Henares. Este es el “argumento” de “La algarada de Álvar Fáñez”, un ramal del Camino del Cid de 70 kilómetros con inicio en Castejón de Henares, final en Guadalajara, y parada inexcusable en Hita, ciudad literaria por excelencia, y en tiempos del Cid otro punto fortificado de la Marca Media andalusí.

Una vez abastecido, el Cid decide dirigirse al noreste, hacia Ariza, tierras por entonces en poder de la taifa de Zaragoza. Esta ruta, en la que aparecen citadas como punto intermedio las cuevas de Anguita, pasa por enclaves muy  atractivos. La ruta senderista discurre parcialmente por el Barranco del Río Dulce, un espacio natural de indudable valor: el viajero puede recorrer una parte importante del mismo por una hoz rocosa de gran belleza que comienza en Aragosa, atraviesa La Cabrera, y finaliza en Pelegrina, un pueblo construido a la sombra fantasmagórica de su castillo que posee, además de unas vistas espectaculares del cañón, una pequeña e interesante iglesia de origen románico.

Pelegrina, Guadalajara.Pelegrina, Guadalajara.

A 6 kilómetros se halla Sigüenza, que en tiempos del Cid era una pequeña fortaleza andalusí y que hoy es un conjunto histórico-artístico de indudable interés. Su castillo se alza sobre la ciudad medieval de calles estrechas e iglesias románicas. Su magnífica catedral, iniciada en 1124, guarda en una de sus capillas la famosa escultura gótica del Doncel, de original composición, ejecución minuciosa e ingrávida belleza.

  

Medinaceli, capital de frontera

Desde Sigüenza nos dirigimos a Anguita. Aquí la ruta vuelve a hacer un quiebro para conducirnos, a través de Luzón y Maranchón, a Medinaceli. Para ello atravesamos el valle de Arbujuelo por un páramo despoblado de gran belleza. El final de esta solitaria etapa tiene como recompensa la villa de Medinaceli. Durante los siglos X y XI fue la capital de la Marca Media andalusí. En 1002 el victorioso Almanzor llegó agonizante a la ciudad, donde murió y fue enterrado. En 1104 Alfonso VI se apoderó de ella con el fin de reforzar sus defensas ante el empuje de los almorávides, que habían conquistado Valencia en 1102. Aunque en tiempos del Cid la plaza estaba en manos musulmanas, el poeta hace de Medinaceli un albergue seguro para la mujer y las hijas del Cid en sus viajes a Valencia. Los pausados atardeceres desde su castillo son un atractivo más de este conjunto histórico artístico.

Medinaceli fue durante mucho tiempo frontera entre castellanos y andalusíes primero y, con posterioridad, entre castellanos y aragoneses. Para conocer esta historia debemos continuar nuestro camino por el valle del Jalón, muy atractivo en su curso alto por los estrechos callejones por los que discurre. En este trayecto nos encontramos con pequeñas poblaciones que aún conservan sus castillos y torres, como Somaén, Arcos de Jalón, o Montuenga de Soria.

Montuenga de Soria, Soria.Montuenga de Soria, Soria.

La ruta en tierras sorianas se despide en el Monasterio de Santa María de Huerta: fundado en el año 1162 es predominantemente gótico. Aquí está enterrada doña Sancha, descendiente del Campeador por la línea del rey navarro García Ramírez, nieto del Cid.

  

Paisajes de un western medieval: la taifa de Zaragoza

Desde Santa María de Huerta nos adentramos en territorio aragonés. Aquí el paisaje vuelve a abrirse: vastas llanuras cultivadas con algunas lomas suaves y formaciones rocosas de calizas y yesos vigiladas por las ruinas de torres y castillos. El conjunto, especialmente en el crepitante verano, recuerda al escenario de un western, en este caso medieval. 

Esta sensación se acrecienta al llegar a Monreal de Ariza. Tras la conquista de Calatayud a los almorávides en 1120, Alfonso I el Batallador mandó construir esta fortaleza (1128) en los límites de su reino para frenar los avances de su hijastro Alfonso VII de Castilla y de León. A los pies del castillo se halla la iglesia fortificada de la Asunción, de origen románico, y muy cerca está Arcóbriga, uno de los yacimientos celtíbero – romanos más importantes de nuestra geografía.

Monreal de Ariza, Zaragoza.Monreal de Ariza, Zaragoza.

Desde Monreal nos acercamos a Ariza. Se dice que Ariza poseía uno de los castillos islámicos más poderosos de la frontera. Hoy sólo quedan algunos vestigios, invisibles al viajero apresurado, aunque la huella musulmana se percibe en el trazado alambicado de sus calles, especialmente en la morería.

Según el Cantar, el Cid y los suyos durmieron en un paraje entre Ariza y Cetina. El poeta demuestra conocer muy bien la zona, y no sólo nombra buena parte de las poblaciones de esta parte del Jalón, sino también los accidentes geográficos más significativos de este valle fluvial, dedicado secularmente a la agricultura, ciencia que los árabes impulsaron notablemente. De acuerdo con los versos del poema, la sola presencia del Cid y de sus hombres bastó para que los habitantes de Ariza, Alhama de Aragón, Cetina, Bubierca y Ateca rindieran tributos al castellano.

Estas poblaciones fueron, antes y después de su conquista en el siglo XII por Alfonso I de Aragón, un apéndice polvoriento de Calatayud en el camino a la frontera con Castilla. Cada pueblo tiene, sin embargo, su propia historia. En Cetina, el viajero pasará junto a los paredones de un palacio-castillo donde Quevedo contrajo un desgraciado (no podía ser de otra manera) matrimonio en 1634; en Alhama de Aragón podrá disfrutar de sus aguas medicinales, conocidas y reconocidas desde la antigüedad; y en Ateca podrá viajar a los tiempos de la dominación musulmana al contemplar la torre mudéjar de la ciudad (siglos XIII-XIV), cuyo cuerpo inferior se construyó siguiendo el modelo de alminar (torre de la mezquita) almohade.

 

La batalla de Alcocer

Es aquí, muy cerca de Ateca, donde la trama del Cantar se complica. Cuenta el poema que el Cid acampó en el otero de Torrecid, frente al pueblo fortificado de Alcocer, hoy un descampado a 2 km de Ateca. El Cid, desconocemos los motivos ya que el lugar carece de decisivo interés geoestratégico, pone sitio a esta población durante más de tres meses. Conquistado Alcocer mediante una estratagema, son los andalusíes, en concreto un ejército de 3.000 hombres llegado de Valencia, quienes cercan a su vez a los cristianos. Estos, en grave peligro ya que carecen de agua, se enfrentan en sangrienta batalla campal a los valencianos y los vencen, obteniendo por ello un gran botín. Hoy Alcocer es eso, un descampado donde el viajero podrá rememorar la batalla del Cantar y también preguntarse, no hay respuesta para ello, por qué el autor anónimo del poema escogió este lugar como escenario de una de las batallas más épicas y determinantes del poema, considerada pura ficción por la mayoría de los estudiosos.

Nuestros últimos pasos son precisamente eco de esta batalla: los generales andalusíes derrotados fueron perseguidos hasta Terrer y Calatayud. La torre y el ábside de la iglesia de la Asunción (del siglo XVI), en Terrer, constituyen una bonita muestra de arte mudéjar. A pocos kilómetros se encuentra Calatayud, el final de nuestro recorrido.

No existe constancia de que el Cid histórico estuviera en Calatayud, aunque es probable por muchos motivos. Tampoco en el Cantar llega el Cid a cruzar sus muros, bien defendidos, si bien en persecución del general Galve llega, sin conseguir abatirle, a las mismas puertas de la ciudad.

Castillo de Ayub. Calatayud, Zaragoza.Castillo de Ayub. Calatayud, Zaragoza.

Adscrita primero a la Marca Superior y después al reino taifa de Zaragoza, Calatayud pasó a ser en el siglo IX una medina importante que controlaba varios castillos. Con la medina se creó un complejo sistema defensivo que aún hoy es considerado por su antigüedad y dimensiones como uno de los conjuntos fortificados islámicos más importantes de España. Como puesto de avanzada, Calatayud fue siempre una plaza militar y comercial de relevancia. En 1120 Alfonso I la conquistó con ayuda de caballeros francos, del duque de Aquitania y también del rey musulmán Abd al-Malik. La conquista no cambió su carácter fronterizo. De la dificultad de la vida en estos lugares extremos da buena cuenta el fuero concedido a la ciudad por Alfonso I en 1131, en el que exonera de sus delitos a quienes acudan a poblar la plaza, incluidos los raptores y los homicidas.

De este pasado Calatayud conserva numerosas huellas diseminadas entre sus calles. Una de ellas, quizá la más sobresaliente, legado de los constructores y albañiles musulmanes que continuaron en sus tierras tras la conquista cristiana, es la arquitectura mudéjar, declarada Patrimonio de la Humanidad. Algunos ejemplos sobresalientes son el claustro, el ábside y la torre de la iglesia de Santa María La Mayor, la iglesia y la torre de San Andrés, o la torre de San Pedro de los Francos, obras realizadas entre los siglos XIV y XVI. No menos importante es el conjunto fortificado islámico que corona la ciudad, y cuya datación comprende el lapso entre los siglos VIII y XII. Y muy cerca, a dos kilómetros, se encuentra el yacimiento de la ciudad romana de Bílbilis, aunque esto, como dicen los clásicos, es otra historia; la nuestra se ha quedado por ahora en Alcocer (Ateca), con el Cid y sus hombres recuperándose de las fatigas de la batalla, celebrando su victoria, y sobre todo pertrechándose para continuar un viaje que les conducirá, finalmente, a conquistar Valencia. 

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