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Una introducción a la Ruta del Destierro

Castillo califal de Gormaz, Soria / ALC.

 

Texto y fotografías: Alberto Luque Cortina


En el verano de 1081 un caballero castellano llamado Rodrigo Díaz fue castigado por Alfonso VI, rey de León y de Castilla, con la pena de destierro. Por entonces Rodrigo rondaría la treintena, y aunque había logrado ganarse una reputación como guerrero probablemente tuvo problemas para financiar la reducida hueste que le acompañaba: unas decenas de caballeros entre familiares y vasallos, y algunos peones y criados. Conviene recordar que en aquella época la Península estaba dividida en condados y reinos -cristianos y musulmanes- de fronteras movedizas que combatían o pactaban entre sí fugaz e indiscriminadamente. En ese momento muchos de quienes le conocían –sobre todo sus enemigos, entre los que se encontraban nobles castellanos y leoneses-, debieron de pensar que aquél sería el final de Rodrigo, un hombre por lo demás problemático, pues se había hecho notar en una corte que no daba cabida a sus ambiciones.

Contra todo pronóstico, y sólo trece años después, en junio de 1094, el Cid conquistó Valencia a los musulmanes, ciudad que gobernaría como príncipe hasta su muerte, en 1099. Los hechos acaecidos en el lapso comprendido entre 1081 y 1099 han sido estudiados e interpretados por los historiadores; a nosotros nos interesa reseñar dos cosas: que, en vida, el Cid obtuvo gran fama como guerrero, estratega y diplomático y que, ya muerto, esa fama no sólo no desapareció, sino que aumentó, progresivamente adornada y magnificada con elementos legendarios.

ValenciaValencia

Una de las manifestaciones más importantes del cúmulo de historias y canciones que entonces se propagaron fue el Cantar de mío Cid, un poema juglaresco escrito un siglo después de su muerte que mezcla realidad y leyenda. La fuerza del Cantar propició que el Cid fuese conocido fuera de nuestras fronteras y, al mismo tiempo, que hasta bien entrado el siglo XX muchos historiadores consideraran que los hechos allí narrados eran históricos.

Hoy sabemos que no es cierto, y a pesar de ello es inevitable, pues está grabado en el imaginario popular, vincular el destierro del Cid con algunas escenas literarias de gran fuerza expresiva contenidas en el Cantar: la salida de Vivar “con sus ojos tan fuertemente llorando”, la niña que en Burgos le pide al Cid que no tome represalias contra sus habitantes pues tienen prohibido ayudarle, o la emotiva despedida de Jimena en el Monasterio de San Pedro de Cardeña. Otra idea preconcebida es la vinculación sentimental del Cid a Burgos, cuando todo parece indicar que Rodrigo nunca tuvo gran intención de regresar a Castilla, territorio áspero e incluso hostil hacia su persona, en comparación con las múltiples oportunidades que le brindaba el Levante islámico.


La Ruta de El Destierro
 

Con estas puntualizaciones hablemos ahora del Camino del Cid, un itinerario que, utilizando el Cantar como fuente de inspiración, nos ofrece diversas rutas por la geografía española que son, sobre todo, una invitación a conocer la historia medieval de los siglos X al XIII. La primera de estas rutas es la llamada El Destierro, basada en los nueve días que, según el Cantar, tarda el Cid en abandonar Castilla, y ampliada con otros pasajes del poema, como la Afrenta de Corpes.

El Destierro comienza en Vivar del Cid, a 10 km de Burgos, y termina en Atienza (Guadalajara), uno de los puestos militares fronterizos más importantes de al-Andalus durante los siglos IX a XI. El recorrido nos ofrece la posibilidad de recorrerlo en cuatro modalidades: para senderistas (286 km), usuarios de BTT (297 km), cicloturistas por carreteras secundarias (362 km) y en coche o moto (357 km).

 

Vivar, Burgos y San Pedro: el triángulo legendario

Vivar del Cid, BurgosVivar del Cid, BurgosNuestro recorrido comienza en Vivar del Cid, patria chica de Rodrigo. A principios del siglo XI el padre de Rodrigo se hallaba a cargo de la frontera castellano – navarra, situada a pocos kilómetros de esta población. Aquí la familia poseía propiedades y varios molinos harineros en los cauces del río Ubierna. Se trata de un pequeño pueblo cuyo mayor atractivo es la vinculación emocional al personaje, visible en los nombres de las calles y los hitos escultóricos. Fue  en Vivar donde se encontró el único ejemplar del poema, hoy conservado en la Biblioteca Nacional.

Agujas de la catedral gtica de Burgos.Agujas de la catedral gtica de Burgos.

Desde Vivar nos encaminamos a Burgos. El Campeador es el héroe burgalés por antonomasia; una ruta urbana recorre los lugares cidianos más importantes; uno de ellos es la catedral de Burgos, donde se hallan los restos de Rodrigo y de su esposa, Jimena. La catedral es el buque insignia de un importante patrimonio gótico donde también sobresalen el fascinante monasterio de las Huelgas y la Cartuja de Miraflores, esta última situada en el camino hacia San Pedro de Cardeña, nuestro próximo destino y uno de los monasterios fundacionales de Castilla.

San Pedro de Cardea, BurgosSan Pedro de Cardea, Burgos
De la vinculación histórica entre el Cid y Cardeña dan cuenta diversos diplomas en los que el Cid realiza varias donaciones a su abad o bien actúa como defensor del monasterio. En 1102 Jimena trasladó desde Valencia los restos mortales del Cid para enterrarlos aquí, donde permanecieron con algunas vicisitudes hasta que en 1921 se llevaron a la catedral. Según el Cantar, fue en Cardeña donde el Cid dejó a su mujer e hijas, bajo la protección del abad, a la espera de que las cosas mejoraran. Entre otras opciones, el viajero podrá visitar la capilla cidiana e incluso la presunta “tumba” de su caballo, Babieca.

 

 
El corazón de Castilla, la tierra de los tres poemas

Desde Cardeña nos adentramos en uno de los parajes europeos de mayor densidad e intensidad épica medieval. Al llegar a Los Ausines la ruta de carretera (para vehículos a motor y cicloturistas) se interna en el corazón de un territorio mítico: Lara, tradicionalmente relacionada con los primeros condes de Castilla. Estos, a lo largo del siglo X, dotaron de unidad y personalidad propia al territorio que, en el siglo XI, se convertiría en el reino de Castilla.

Lara de los Infantes, Burgos.Lara de los Infantes, Burgos.

La tierra de Lara es una amplia zona histórica situada en las estribaciones de la Sierra de la Demanda, un paraje salvaje de encinas y robles vigilado desde hace más de 1.000 años por la torre de Lara, terriblemente mutilada por el paso del tiempo y en muy mejorable estado de conservación, un territorio mítico vinculado a una de las grandes leyendas castellanas, y quizá la más truculenta, ambientada en tiempos de Almanzor: Los siete infantes de Lara.

Muy cerca se encuentra, solitaria, la ermita visigoda de Quintanilla de las Viñas, del siglo VII, toda una rareza arquitectónica, considerada una de las joyas de la arquitectura visigoda de Europa. Vale la pena entrar en su reducido interior y dejarse seducir por la emotiva simplicidad de sus bajorrelieves.

Quintanilla de las Vias, BurgosQuintanilla de las Vias, Burgos

Desde Quintanilla de las Viñas el cicloturista sigue hacia Mecerreyes, donde sendero y carretera vuelven a unirse hasta Covarrubias. Para quienes viajan en coche o en moto, les recomiendo ir directamente a Covarrubias a través de Ortigüela: se trata de una carretera sinuosa, enmarcada en el espacio protegido de los sabinares del Arlanza. La carretera sigue el cauce abierto por el río y ofrece como regalo el monasterio de San Pedro de Arlanza, encajado en un estrecho valle, sobre un meandro del río, en un paraje natural impresionante. Aquí se forjó el mito de Fernán González, el conde castellano inmortalizado en el poema homónimo. Con la desamortización los restos del conde fueron trasladados a Covarrubias, fundada en 978 por su hijo, el conde García Fernández.

Covarrubias, Burgos.Covarrubias, Burgos.

La villa de Covarrubias conserva un gran poder de evocación medieval en sus calles, arcos y murallas, y sin duda es un buen sitio para que el viajero “digiera” con tranquilidad las emociones de la jornada: un trayecto de sólo cincuenta kilómetros, pero de una densidad histórica, artística y literaria difícilmente igualable.

Cerca de Covarrubias está Santo Domingo de Silos. Su monasterio es mundialmente conocido por el canto gregoriano de sus monjes y por su claustro románico, imprescindible, en uno de cuyos capiteles puede verse una “radiografía” en piedra de una mesnada del siglo XI.

Santo Domingo de Silos, BurgosSanto Domingo de Silos, Burgos

 

Hacia el gran desierto del Duero

Desde mediados del siglo VIII la zona del Duero había quedado prácticamente deshabitada: constituía un desierto -así lo citan algunas crónicas- de árboles, ríos y montañas, un vasto espacio en blanco que separaba al-Ándalus del incipiente reino astur-leonés. En los albores del siglo X los cristianos del norte comenzaron a poblar el territorio con grandes dificultades. Durante más de una centuria cristianos y andalusíes centraron su interés en la línea del Duero, los primeros con la intención de colonizar estas tierras en su avance hacia el Sur y los segundos con la voluntad de impedirlo, provocando, en definitiva, que esta fuera una de las zonas más peligrosas de la Península en el siglo X.

Santo Domingo de Silos, BurgosSanto Domingo de Silos, Burgos

Desde Silos atravesamos las peñas de Cervera a través de un paso angosto conocido como el Desfiladero de la Yecla. Aquí, o en sus alrededores, tuvo lugar una batalla en la que Almanzor estuvo a punto de caer derrotado. A pocos kilómetros se encuentra Clunia, antigua ciudad romana, hoy yacimiento arqueológico. En el año 60 dC, Galba se proclamó aquí emperador. Su teatro es uno de los más impresionantes de España. Por Clunia pasaron Abd el Rahman III y Almanzor durante sus aceifas sobre la frontera del Duero.

Pearanda de Duero, Burgos.Pearanda de Duero, Burgos.

Tras pasar por Peñaranda de Duero, cuyo castillo se asienta sobre una fortaleza del siglo X, nos dirigimos hacia la antigua Osma por pequeñas localidades sorianas, ancladas a su pasado, mítico en algunos casos: por ejemplo, en Alcozar cayó mortalmente herido durante una refriega el conde García Fernández, hijo de Fernán González.
Alcozar, SoriaAlcozar, Soria

Tras atravesar el río Duero por el puente medieval de doce ojos de Langa de Duero, nos dirigimos a Castillejo de Robledo. Los estudiosos ubican aquí la legendaria Afrenta de Corpes. Castillejo cuenta con una interesante iglesia románica que conserva parte de sus pinturas y los restos de un castillo templario.

Castillejo de Robledo, Soria.Castillejo de Robledo, Soria.

El románico rural está muy presente en esta parte de la ruta, con restos de mayor o menor interés en Zayas de Báscones, Zayas de Torre, Villálvaro, Matanza de Soria, Alcozar, Soto de San Esteban, Valdanzo, Miño de San Esteban, o Aldea de San Esteban, pero es en San Esteban de Gormaz, la “buena ciudad” citada en el Cantar, donde el viajero podrá encontrar dos ejemplos notables: la iglesia de San Miguel, que pasa por tener la galería porticada más antigua de España, y la iglesia de Santa María del Rivero, con interesantes capiteles del siglo XII.

El Burgo de Osma, Soria.El Burgo de Osma, Soria.

Desde San Esteban nos desplazamos a El Burgo de Osma. La ciudad celtíbera de Uxama dio lugar a la creación de Osma, plaza inmersa en el duelo castellano-andalusí del siglo X por el control del Duero, a cuyo lado nació, a comienzos del siglo XII, El Burgo de Osma, ciudad monumental con numerosas posibilidades para el viajero, entre las que recomendamos visitar el sepulcro románico-gótico de su catedral, pasear por la ribera del río Ucero hasta su castillo, y “dialogar” con su cocina tradicional.

  

Gormaz, la avanzada andalusí


Desde el mismo momento que abandonamos El Burgo, atisbamos, en la lejanía, la imponente fortaleza califal de Gormaz. Este es sin duda uno de los lugares más especiales de todo el Camino del Cid. Por sus dimensiones y su posición geoestratégica fue un enclave esencial durante los siglos IX-XI. En el año 975 su guarnición resistió valerosamente un feroz asedio cristiano durante más de dos meses. Fue el último punto de avanzada musulmán de la zona en caer en manos de los castellanos. Esto sucedió en 1060, ya en vida del Cid. Veinte años después, y tras sufrir el ataque de una hueste andalusí, el Cid, como alcaide de la fortaleza, lanzó un ataque de represalia sobre la taifa de Toledo que, según algunos estudiosos, le valió el primer destierro. La subida al castillo es dura para senderistas y cicloturistas, pero con tiempo vale la pena: las vistas son increíbles en cualquier época del año. A medio camino está la ermita románica de San Miguel y sus fascinantes pinturas románicas.

Gormaz, Soria.Gormaz, Soria.

Algunos cronistas también citan Berlanga de Duero como una de las tenencias otorgadas por Alfonso VI al Cid, una vez reconciliados, en 1087. En el Cantar, Berlanga es uno de los lugares donde las hijas del Cid, Álvar Fáñez y doscientos caballeros, pernoctan en su camino hacia Valencia. Berlanga es una sorpresa para el viajero desprevenido: conjunto histórico artístico, posee un valioso patrimonio gótico en el que destacan su colegiata tardogótica, su castillo y un precioso rollo jurisdiccional.

Berlanga de Duero, Soria.Berlanga de Duero, Soria.

Desde Berlanga nos adentramos en una zona si cabe aún más despoblada, en pleno espacio natural de los Altos de Barahona, donde encontramos pequeños pueblecitos de interés etnográfico, donde sobresalen la ermita románica de Brías, el pueblo amurallado de Retortillo de Soria o la atalaya de de Nograles, una más del complejo sistema defensivo islámico del siglo X.

  

En tierras de la taifa de Toledo

Miedes de Atienza, Guadalajara.Miedes de Atienza, Guadalajara.
Retortillo se halla a las faldas de la sierra de Pela. Este accidente geográfico separa las provincias de Guadalajara y Soria, y en tiempos del Cid era frontera natural entre el reino de Castilla y la taifa de Toledo. Es aquí donde el Cid abandona Castilla tras nueve días de camino. Cuenta el Cantar que el Cid cruza la sierra de noche, para evitar ser descubierto. Nosotros lo haremos de día para no perder cuenta de los pequeños pueblos que nos conducen hasta nuestro destino: la villa de Atienza, una de las bases de operaciones de los ejércitos califales para las aceifas que lanzaban sobre el Duero y un importante puesto de avanzada andalusí hasta la toma de Toledo por Alfonso VI.

Plaza del trigo, en Atienza, Guadalajara.Plaza del trigo, en Atienza, Guadalajara.

La villa es una gran desconocida, y sin embargo, por su historia, la armonía de sus calles, el castillo, sus museos y el extenso patrimonio románico que atesora, es la mejor despedida posible para el viajero, que finaliza aquí la Ruta del Destierro.

 Más información: www.caminodelcid.org 

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